El sol brilla con más fuerza después
de tantos días de oscuridad. Lo hace con más intensidad para
compensar los días tristes.
En otra época, yo habría reído ante
la agradable luz solar. Habría salido a festejar su regreso montando
en bici o dando un paseo. En otra época...
Sin embargo, eso queda muy atrás de lo
que soy ahora mismo. Soy un mar de sensaciones turbulentas dentro de
un delicado cuerpo sereno.
Aprendí a sonreír, a fingir, dejando
toda esa mierda acumulada en un rincón de mi interior.
Ya no recuerdo quién era, no recuerdo
que solía sentir ni que solía soñar. No recuerdo qué amaba y qué
deseaba. Como con muchas cosas, olvidé.
Ahora mismo sé lo que cualquier
desconocido puede ver en las fotos: Sé de esa sonrisa fingida, sé
de ese peinado y de esa vestimenta; Sé de ese lugar que visité con
unos amigos, sé de ese curso que finalizó y sé de esa comida
familiar en un restaurante acogedor.
Pero no conozco a esa persona, no sé
quién es... y estoy muy lejos de comprender sus sentimientos.
Los días pasan... como pasan los
coches por la carretera; cuando creo que ya puedo leer su matrícula,
mis ojos ya no pueden distinguir los números. “Demasiado lenta y
ellos demasiado deprisa”.
Caí en un río que me lleva por pura
inercia hacia un lugar desconocido. Ya no tengo la capacidad de
elegir qué es lo que me hace más feliz. No sé qué es lo que me
hace más feliz. Me guía la gente, la responsabilidad y
probablemente el tiempo.
¿Realmente estoy viviendo? ¿Realmente
existo? Solo el dolor me confirma que soy algo en este paradójico
universo.
Soy dolor, soy nostalgia, soy
incertidumbre, soledad y tristeza.
Soy esa nube que tapa el sol cuando más
lo necesitas. Soy aquella pregunta que no tiene respuesta.
Y el problema ya no es que era en
aquella época, qué olvidé o incluso que soy en estos momentos. El
problema es el futuro, si es que todavía tengo poder sobre él.
-Sálvame si puedes-