miércoles, 1 de mayo de 2013

Calma y desesperación


El sol brilla con más fuerza después de tantos días de oscuridad. Lo hace con más intensidad para compensar los días tristes.
En otra época, yo habría reído ante la agradable luz solar. Habría salido a festejar su regreso montando en bici o dando un paseo. En otra época...
Sin embargo, eso queda muy atrás de lo que soy ahora mismo. Soy un mar de sensaciones turbulentas dentro de un delicado cuerpo sereno.
Aprendí a sonreír, a fingir, dejando toda esa mierda acumulada en un rincón de mi interior.
Ya no recuerdo quién era, no recuerdo que solía sentir ni que solía soñar. No recuerdo qué amaba y qué deseaba. Como con muchas cosas, olvidé.
Ahora mismo sé lo que cualquier desconocido puede ver en las fotos: Sé de esa sonrisa fingida, sé de ese peinado y de esa vestimenta; Sé de ese lugar que visité con unos amigos, sé de ese curso que finalizó y sé de esa comida familiar en un restaurante acogedor.
Pero no conozco a esa persona, no sé quién es... y estoy muy lejos de comprender sus sentimientos.
Los días pasan... como pasan los coches por la carretera; cuando creo que ya puedo leer su matrícula, mis ojos ya no pueden distinguir los números. “Demasiado lenta y ellos demasiado deprisa”.
Caí en un río que me lleva por pura inercia hacia un lugar desconocido. Ya no tengo la capacidad de elegir qué es lo que me hace más feliz. No sé qué es lo que me hace más feliz. Me guía la gente, la responsabilidad y probablemente el tiempo.
¿Realmente estoy viviendo? ¿Realmente existo? Solo el dolor me confirma que soy algo en este paradójico universo.
Soy dolor, soy nostalgia, soy incertidumbre, soledad y tristeza.
Soy esa nube que tapa el sol cuando más lo necesitas. Soy aquella pregunta que no tiene respuesta.
Y el problema ya no es que era en aquella época, qué olvidé o incluso que soy en estos momentos. El problema es el futuro, si es que todavía tengo poder sobre él.

-Sálvame si puedes-