martes, 17 de julio de 2012

"La última conversación"


Hey pablo, solo quería hablar…
Muchas veces me preguntas: “¿Qué tal todo?” y yo, sonriente, te digo: “Muy bien, como siempre”. Verás pablo, no es cierto, muchas de las veces que me preguntas qué tal estoy te respondo que bien porque sé que es una pregunta para romper el hielo, que la respuesta está escrita en el guión y tiene que ser “bien”.
Hoy me he decidido a decirte la verdad, aunque aún no se lo he dicho a nadie, tú serás el primero del último.
No estoy bien pablo, de hecho, se podría resumir en “No soy feliz”. Si siguiéramos en esa conversación típica, tú dirías: “¿Por qué?”
La verdad, yo aún no puedo responder a esa pregunta. Sueño con huir, pablo, olvidaros a todos, ser otra persona, y vivir en otro lugar. Un lugar hermoso, lleno de posibilidades para mi, lleno de sorpresas, de aventuras.
Sabes… hay veces que miro los coches pasar por la carretera más allá de este pueblo. Me pregunto por las vidas de los conductores, por su historia, por sus sueños, por su destino. Y los envidio, sí. Los veo marchar hasta que mis ojos ya no los distinguen e imagino que algún día seré yo la que se aleje para no volver. Suena tan… romántico, ¿verdad?
No deseo que lo entiendas… Aunque imagino que tu siguiente pregunta en esa conversación típica sería: “¿Y tus seres queridos?”.
Los quiero, sí, y los querré siempre. Pero, de algún modo, me hago daño a mi misma viviendo esta vida.
Te gustará saber que, a pesar de todo, no me rendí… en nada. Me lo prometí.
Me prometí que aunque las cosas salieran mal, yo no tiraría la toalla. Por eso, ahora, en la conversación imaginara típica te diría: “Por eso te cuento mi vida… para que sepas que no tiro la toalla, sino que voy por otro camino”
Tú me enseñaste que los sueños se pueden conseguir y que las lágrimas no impedirán que en un futuro surja una sonrisa. Y hoy, como agradecimiento, te cuento mi verdadera historia, te cuento que no soy feliz… pero que no me rendiré.
Te cuento, que aunque no sea esa “chica más feliz del mundo” que tú pensabas que era,  sonrío por ti y por mis otros pocos amigos. Que “estoy bien” porque quiero que vosotros estéis bien. Y que si algún día desaparezco… no me recordéis como una chica triste e infeliz que huyó… sino como aquella chica que, aunque solía estar triste, sonreía por sus amigos y que se marchó en busca de su lugar, su felicidad. 
Dejando esta hipotética conversación, como la última conversación. 


viernes, 13 de julio de 2012

La respuesta más esperada


El sol respondió a mi llamada.
Hacía rato que gritaba su nombre dando la vida en cada una de las palabras pronunciadas. Por ello, cuando llegó, no pude evitar sentir un gran alivio.
El sol [grande, severo y reluciente], me miró con timidez.
Primero, iluminó mis pálidos ojos color ámbar; Luego, lentamente, el tímido rayo de luz descendió hasta desvelar todos los secretos que mi rostro ocultaba.
Me sentía desnuda ante la inminente mirada de mi viejo amigo el sol, aunque, de hecho, sabía que ninguna prenda podía detener su poder.
Nos miramos el uno al otro fijamente. Su belleza les hacía daño a mis pupilas, pero no me importaba ya que llevaba horas esperando su regreso.
El sol continuó su camino, como si observara detenidamente cada centímetro de mi ser. Yo le abrí paso. Le dejé leer mi alma. Le dejé leer mi corazón. Y él, aunque al principio indeciso, respondió con un ardiente abrazo que fue capaz de descongelarme y devolverme la vida, una vez más.
Aparté la mirada solo cuando las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas.
Por fin, mis pulmones se llenaron de oxígeno; Por fin, sentí como el viento mecía dulcemente mis cabellos; Por fin, saboreé el significado de la libertad y sus diversas consecuencias.
Por fin, volvía a ser yo. Y volvía a serlo como nunca antes lo había sido, demostrando que las contradicciones existían, que existíamos tú y yo…



sábado, 7 de julio de 2012

El dolor del tiempo


Fue entonces cuando lo sentí.
En realidad solo fue un segundo, pero fue suficiente para entender que estaba sucediendo en aquel mismo instante y en aquel mismo lugar…
Había ido con mis padres y mi primo a ver la casa de mi difunto tío abuelo.
A pesar de que hacía ya años que había fallecido, la casa continuaba oliendo a él, como si horas atrás hubiera estado habitada. No me sorprendió, de hecho.
Continué con mi propia búsqueda de algo que no sabía exactamente que era. Cuando entré al salón no pude evitar sonreír. Los recuerdos se amontonaban en mi cabeza una vez más desde el día de su muerte. Recordé cuando me enfadé con mis padres por una estupidez de niña pequeña y me escapé de casa. Recordé cuando anduve por las calles de mi pequeño pueblo buscando un sitio en el que llorar tranquilamente. Y, también recordé como, por causalidad, aterricé en casa de mi tío abuelo Manolo.
Toqué al timbre y, sencillamente, me presenté ahí y le saludé. Le expliqué todo lo sucedido y él, con una amplia sonrisa, dijo que podía estar en su casa el tiempo que fuera necesario, que no diría nada.
No hizo falta establecer ninguna conversación. Recordé que sabía que mi compañía le hacía sentir bien, al igual que a mí...
Dejé volar mi mente unos minutos más y decidí subir a la terraza. Allí otros muchos más recuerdos aparecieron sin permiso en mi memoria.
Mi primo se posó a mi lado y asintió con la cabeza al mismo tiempo que yo le recordaba que solíamos hacer allí. Él también se acordaba.
Y es en ese momento, justo en ese instante, cuando, repentinamente, me puse a correr de un lado a otro feliz, sintiendo aquello: La añoranza.
Esa añoranza por los viejos tiempos en los que corría sin preocupaciones con mi primo o mi prima jugando a cualquier cosa; esos tiempos en los que no había futuro, solo un presente lleno de aventuras fantásticas; esos tiempos en los que era más feliz porque era más ignorante; esos tiempos en los que habían personas que, actualmente, ya no están presentes…
En realidad, fue sorprendente como en pocos segundos todas esas sensaciones y recuerdos bailaron en mi mente dejando, como residuo, un ardiente pinchazo en el corazón. Y fue aquello lo que sentí, un pinchazo lleno de recuerdos y añoranzas de aquellos viejos tiempos que, de algún modo u otro, eran mejores.

-Todo aquello queda muy atrás, tan atrás que el tiempo duele. Aunque, de hecho, es el único que puede hacerme daño.


Fotografía y texto hechos por mí. No robéis por favor.