Hey pablo, solo quería hablar…
Muchas veces me preguntas: “¿Qué tal todo?” y yo, sonriente,
te digo: “Muy bien, como siempre”. Verás pablo, no es cierto, muchas de las
veces que me preguntas qué tal estoy te respondo que bien porque sé que es una
pregunta para romper el hielo, que la respuesta está escrita en el guión y
tiene que ser “bien”.
Hoy me he decidido a decirte la verdad, aunque aún no se lo
he dicho a nadie, tú serás el primero del último.
No estoy bien pablo, de hecho, se podría resumir en “No soy
feliz”. Si siguiéramos en esa conversación típica, tú dirías: “¿Por qué?”
La verdad, yo aún no puedo responder a esa pregunta. Sueño
con huir, pablo, olvidaros a todos, ser otra persona, y vivir en otro lugar. Un
lugar hermoso, lleno de posibilidades para mi, lleno de sorpresas, de
aventuras.
Sabes… hay veces que miro los coches pasar por la carretera
más allá de este pueblo. Me pregunto por las vidas de los conductores, por su
historia, por sus sueños, por su destino. Y los envidio, sí. Los veo marchar
hasta que mis ojos ya no los distinguen e imagino que algún día seré yo la que
se aleje para no volver. Suena tan… romántico, ¿verdad?
No deseo que lo entiendas… Aunque imagino que tu siguiente
pregunta en esa conversación típica sería: “¿Y tus seres queridos?”.
Los quiero, sí, y los querré siempre. Pero, de algún modo,
me hago daño a mi misma viviendo esta vida.
Te gustará saber que, a pesar de todo, no me rendí… en nada.
Me lo prometí.
Me prometí que aunque las cosas salieran mal, yo no tiraría
la toalla. Por eso, ahora, en la conversación imaginara típica te diría: “Por
eso te cuento mi vida… para que sepas que no tiro la toalla, sino que voy por
otro camino”
Tú me enseñaste que los sueños se pueden conseguir y que las
lágrimas no impedirán que en un futuro surja una sonrisa. Y hoy, como
agradecimiento, te cuento mi verdadera historia, te cuento que no soy feliz…
pero que no me rendiré.
Te cuento, que aunque no sea esa “chica más feliz del mundo”
que tú pensabas que era, sonrío por ti y
por mis otros pocos amigos. Que “estoy bien” porque quiero que vosotros estéis
bien. Y que si algún día desaparezco… no me recordéis como una chica triste e
infeliz que huyó… sino como aquella chica que, aunque solía estar triste,
sonreía por sus amigos y que se marchó en busca de su lugar, su felicidad.
Dejando esta hipotética conversación, como la última conversación.
Dejando esta hipotética conversación, como la última conversación.