Recogí las cosas lentamente y salí junto con dos compañeras al exterior.
Ellas hablaban alegremente y de vez en cuando me miraban esperando un asentimiento.
Pronto se fueron junto con las demás y entendí que sobraba.Saqué mi mp3 (que en esa época era la moda) y me alejé de toda la gente buscando un sitio tranquilo para sentarme. Mi canción favorita en aquel entonces, Volverás – Canto del loco; Respiré hondo y miré de reojo al chico que me gustaba. Imposible.
No soy nadie. Ni si quiera tengo una amiga en condiciones.
No me apetecía escuchar ninguna otra canción más, solo quería escuchar la pegadiza canción del canto del loco. Y eso hice.
Una compañera interrumpió la clase para avisar de que pronto celebraría su cumpleaños. Todos mis compañeros alegres empezaron a cuchichear sobre a quién invitaría y a quién no y dónde sería el cumpleaños.
Pronto, pasó mesa por mesa dejando una invitación (muy mona por cierto) encima de cada mesa indicando la hora, el establecimiento y (por si no lo sabías) quien cumple años. Tragué saliva y mire hacia un lado. No quería que nadie se fijara en mi cuando no me diera la invitación. Tampoco quería que me la diera porque sabía que si lo hacía lloraría de la emoción. Pronto mi compañera pasó por al lado de mi pupitre me miró y pasó de largo. Suspiré y aguanté las lágrimas. No quería que nadie cuchicheara, no quería que nadie me señalara como la marginada. Simplemente quería hacerme la dormida y que me dejaran en paz. Y eso hice.
Última clase del colegio: Gimnasia. Todos alegres y contentos, por fin podíamos jugar a juegos divertidos. Gimnasia, para mi gusto, era divertida cuando jugábamos en grupo. Aunque pasara desapercibida conseguía muy bien incluirme en la clase y realizar la actividad. Pero, no era mi día de suerte.
El profesor mandó hacer parejas para realizar una actividad. Todas mis compañeras empezaron a correr buscando a su mejor amiga y cogiéndose de la mano o abrazándose indicando claramente que eran pareja y que se querían mucho. (Genial)Miré hacia un lado y hacia otro. No quedaba ninguna chica ni ningún chico. Una vez más volví a tragarme las lágrimas y conseguí que en mi cara no se notara nada de decepción. El profesor me aconsejó que me uniera con un compañero en lugar de con alguna “amiga” Y eso hice.
El día llegaba a su fin… Y ya era hora de volver a casa.
Volví a mirar de reojo al “chico imposible” y me despedí de alguna que otra compañera, que se despidió muy amablemente (putas).Llegué a casa y lloré todo lo que no había llorado en clase hasta que la cabeza me dejó de doler. No podéis esperar más de una simple niña inmadura.Desde ese momento me dije a mi misma que no dejaría que nadie me hiciera daño nunca más y que a partir de ese momento las cosas me empezarían a ir mejor porque yo lo quería así. No se si me resultó, aun me siento un poco como esa pequeña niña tonta que se deja influenciar por gilipollas sin corazón… pero lo que si sé es que nadie me hará sentir mal nunca más porque conseguiré mi meta. Y eso haré.
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